Gloomspite by Andy Clark

Gloomspite by Andy Clark

autor:Andy Clark [Andy Clark]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788445008164
editor: Minotauro
publicado: 2020-09-16T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIEZ

CAÍDA

La carrera por las calles de la ciudad fue caótica y horrible. Desde el mismo momento en el que Aelyn salió al otro lado de la muralla del Corazón Sagrado se encontró metida de lleno en la apretada multitud. Rostros desencajados, ojos desorbitados, bocas dislocadas profiriendo gritos de terror. La gente se abría paso a empellones, con niños fuertemente apretados contra el cuerpo o arrastrando animales enloquecidos. También había peleas, aunque Aelyn no sabía si era el pánico o la locura de la luna lo que hacía perder los nervios a los ciudadanos de Draconium. Vio a un hombre vestido de herrero golpeando indiscriminadamente con el martillo a todo aquel que pasaba cerca de él, chillando cada vez más fuera de sí bajo la mirada de la Luna Malvada mientras hacía trizas huesos y cráneos. En su cabeza y en su cara habían brotado unos filamentos como micelios que se agitaban a su alrededor como si fueran un halo plateado. Tres agentes consiguieron reducirlo y acallaron sus gritos de un disparo con la pistola. Solo dos figuras envueltas en capas volvieron a levantarse del suelo tras la refriega.

Aelyn estuvo a punto de ser atropellada por un carruaje que pasó a toda velocidad por la calle y se llevaba por delante a la gente que no se apartaba a tiempo de su camino. Olt la agarró por el cuello del vestido y tiró de ella a tiempo para que no desapareciera bajo las ruedas del vehículo.

—Gracias —dijo.

—Tú me has salvado unas cuantas veces —repuso Olt, y su leve sonrisa de incomodidad le recordó a Aelyn lo joven que era su compañero.

La capitana Morthan se abrió paso por la muchedumbre apartando a la gente con el hombro y amenazando con la pistola cuando se veía obligada a hacerlo. Sus agentes avanzaban con las lanzas caladas y habían activado los faroles cegadores, así que la gente instintivamente se apartaba de los penetrantes haces de luz que identificaban a la autoridad de Draconium.

Aelyn no despegaba los ojos de la capitana y trataba de no prestar atención al derramamiento de sangre ni al caos, ni al dolor ni a las náuseas, ni al horror que crecía en su interior a medida que brotaban los hongos en su piel. Cuando pasaron por delante de un tenderete volcado, agarró como si fuera una bendición una cogulla que había tirada en los adoquines y cogió otra para Olt. Las prendas estaban pisoteadas y desgarradas y eran de una calidad pésima, pero cuando se cubrió la cara con la capucha sintió un alivio casi divino. La protegió de la picajosa luz de la luna y gracias a ella no tuvo que ver su rostro lascivo.

Se dio por satisfecha.

Morthan los llevó hacia un callejón trasero que pasaba junto a una taberna. La fachada del local estaba cubierta de unos repugnantes hongos verdes que escupían esporas al aire nocturno. Aelyn oyó gritos procedentes del interior del establecimiento; se fijó en que las ventanas estaban rotas desde dentro y por algunas de ellas salía sangre pulverizada.



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